lunes, junio 13, 2005

Arte

El arte no nace de un “flashazo” repentino, de un ataque de inspiración divina. No totalmente. No el producto acabado y depurado que recibimos. Primero hay inspiración, sí: una idea, una imagen, un deseo, una emoción. Y la necesidad de transmitirla. Pero por si sola esa idea, imagen, deseo, emoción, no son arte. Son ideas, imágenes, deseos... Para que se conviertan en arte debe de haber un paso intermedio. Un paso importantísimo. ¿En qué consiste? En pensamiento. Razón. Es decir, técnica. Saber componer una canción (saber de música: ritmo, melodía, notas musicales, armonía, etc.), saber escribir un poema, saber pintar un cuadro. Y esto no se aprende por sí solo. Un artista no nace sabiendo como escribir, pintar, componer, interpretar... Eso se aprende. Y aprender cuesta trabajo, dedicación, tiempo.

(Imitación?)

Incluso Picasso tuvo que aprender a imitar a los clásicos, antes de dar con el toque genial, esa innovación que lo hace famoso y respetado y lo convierte en genio. “Trabajé toda mi vida para aprender a pintar como niño”.

Es más fácil componer un soneto que un poema de verso libre.

Es decir, el arte es un producto de una inspiración + aprendizaje + (tal vez, esto es discutible) un talento especial, un cierto “ojo” para la innovación o para hacer cosas especiales, de renombre.

Pero ésta no es la Fórmula inequívoca del arte. Porque hay otro factor que entra en la ecuación. Y es que “Arte” (con mayúscula) es más que nada lo que “los expertos” dicen que es Arte. Los expertos son mucha gente: artistas, críticos, profesores, listillos... y como son mucha gente es natural que pocas veces se pongan de acuerdo.

Hay, eso sí, un Canon establecido que toda esta gente acepta. No aceptarlo queda un poco ridículo. Aunque es más válido decir “no creo que el Quijote sea tan buena obra como todos dicen” que decir “no creo en la existencia de los átomos.” ¿Pero quién elabora este Canon? Claro, los mismos expertos, aunque a lo largo de los años. Muchas veces se van añadiendo y quitando cosas al Canon. Shakespeare, por ejemplo, se añadió al canon de la literatura inglesa en el siglo XIX o un poco antes, ¡aunque sus obras existían desde hacía varios siglos!

Además, las obras artísticas que conforman el Canon no se han elegido por las mismas razones. Las obras canónicas más modernas, como las de James Joyce, Vladimir Nabokov, Javier Marías, Valle-Inclán, García Lorca... o Picasso, Miró, Dalí... se eligieron por su originalidad. Porque tenían algo diferente, algo nuevo, que las hacen únicas y especiales. Una novela del tamaño de la Biblia narrada de forma experimental, cuadros surrealistas, realidades deformadas, lenguaje diferente, etcétera. PERO, las obras canónicas más antiguas (las de antes del Romanticismo) no se eligieron por su originalidad. Garcilaso de la Verga Vega, ¿original? Para nada. Shakespeare, tampoco. Sus obras son viles rip-offs de novelas cortas italianas. Estos autores, que están en el Canon junto a Joyce y Lorca, no tienen nada que ver con ellos.

Resulta algo inútil hablar de Arte. Especialmente porque cada persona tiene una concepción distinta de lo que es. No hablo de los expertos, esos artistas, críticos, académicos y filósofos tan, pero tan inteligentes que continuamente discuten cosas tan abstractas y obscuras que ni ellos mismos se entienden entre ellos (¿O a si mismos? ¿Se entenderán a si mismos?), sino de las personas “de a pie”. Aquellas amigas que hablan de “su arte” entendido como su cuerpo, sus miradas, su baile, sus palabras... “Qué arte tiene”, dicen, y no sé exactamente a qué se refieren. Gracia, habilidad...

Qué es el arte es una cuestión intrascendente. Cómo hacer arte también es difícil de saber. Todo el mundo te dirá cosas distintas. Por eso, tal vez, tal vez tan sólo sea cuestión de tomar esa idea, ese sueño, esa imagen, esa emoción, recordarla y plasmarla cómo sepamos hacerlo mejor. Pintando. Escribiendo poesía. Cantando. Escribiendo un blog. Hablando con un amigo, aunque sea.

El que el producto de tu trabajo vaya a ser considerado Arte o no, es irrelevante. O al menos no debería preocuparnos en el momento de trabajar. Lo importante es trabajar, hacer el intento por expresar como mejor podamos eso que necesitamos contar.

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Eso es todo por ahora. Siguiente entrada: Usos prácticos de la filosofía, 1era Parte- Filosofar como medio para evitar hacer ese trabajo que tienes que entregar dentro de una semana, durante la cual tendrás que estar estudiando para los exámenes finales.